Monday, August 07, 2017

Uma poesia de Ana Sofía Pérez-Bustamante

CADUCEO DE HERMES (FEÉRICA)                                         
Ana Sofía Pérez-Bustamante 

On dirait qu´une fée a passé dans cela!...
A. Rimbaud

Suavemente me llega
quizá desde el cansancio perezoso
el silencioso movimiento
de una mujer mayor que está planchando,
absorta en sus dobleces,
una sábana blanca.
Esa blanda paciencia, tenaz y delicada,
que es y que no sabe que es caricia,
se me eriza en la nuca, en la espalda, en los codos,
más abajo del vientre. Dulcemente
soy su hombro, su brazo, la plancha, soy el áspero
lienzo limpio, el tablero y la manta, soy el aire
poroso, estremecido,
la luz de media tarde, la habitación, la casa
y el silencio: una espiral de gozo
que fluye de la piel de la cabeza,
que recorre los vellos verticales,
que agita remolinos en el sexo
y desde el sexo gira, gira, gira
esparciendo hacia abajo y hacia arriba
océanos de anémonas que ríen, ríen, ríen
la tranquila sorpresa del placer infinito.
Oh, cuerpo, qué ternura
el gesto por el aire:
una mujer mayor que plancha absorta,
que estira despaciosa el hilo con que cose,
unas manos sin prisa
envolviendo en papel morosamente
una caja de lápices, un niño
pasando entre los dedos uno a uno
sus arrugados cromos de colores,
o la curva del brazo que se extiende
para alcanzar un libro que, rozando
la siesta de otros libros, se desliza en su balda:
contra un rayo de sol
espejean en éxtasis los átomos del polvo
volando por un sueño de doradas serpientes.

Y, sí, me quedaría, cuerpo sabio,
no importa con qué excusa,
aquí, por siempre aquí,
en este suave mimo,
entornados los ojos, deshaciéndome
despacio, muy despacio,
en la felicidad del mundo de las cosas.

CADUCEO DE HERMES (FEÉRICA)


“Eu diria que uma fada passou por ele”
A.     Rimbaud

Suavemente me chega
talvez a partir da fadiga preguiçosa
o silencioso movimento
uma mulher idosa que está passando,
absorta em dobrar,
um lençol branco.
Com a paciência suave, tenaz e delicada,
que é e que não sabe que é carícia,
se eriça no pescoço, costas, cotovelos,
abaixo da barriga. Docemente
sou o seu ombro, o braço, a placa, eu sou o áspero
lenço limpo, a manta, o cobertor, sou o ar
poroso, estremecido,
a luz da meia tarde, o quarto, a casa
e silêncio: a espiral da alegria
que flui a partir da pele da cabeça,
que atravessa os cabelos verticais,
que faz redemoinhos sobre o sexo
e desde o sexo, gira, gira
espalhando acima e abaixo
oceanos de anêmonas que riem, riem, riem
a tranquila surpresa do prazer infinito.
Oh corpo, que ternura
o gesto pelo ar:
uma mulher idosa absorvida no ferro,
que estira devagar o fio de costura,
umas mãos sem pressa
embrulhado morosamente em papel
um estojo de lápis, uma criança
passando entre os dedos, um por um
suas etiquetas coloridas enrugadas,
ou a curva do braço que se estende
para atingir um livro, que roçando
a sesta de outros livros se desliza na prateleira:
contra um raio de sol
espelham em extase os átomos do pó
voando por um sonho de douradas serpentes.

E, sim, ficaria, um corpo sábio,
não importa com que desculpa,
aqui, para sempre aqui,
neste suave mimo,
olhos semicerrados, desfazndo-me
bem devagar devagar,
na felicidade no mundo, das coisas.

Ilustração: Fotolog.


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