Wednesday, June 07, 2017

Uma poesia de Thelma Nava

Esbozo para empezar un amor                                             
Thelma Nava

Certero, como el que apunta al corazón dorado
     de la uva
te aposentas en mí.
Preciso como el aire de junio,
la infatigable luz que se adormece en la tarde
o el rito del flamenco despedazando inútiles ocasos.

Por ti salgo a encender la pira de los sueños
y a cosechar gardenias imposibles.
Y las prendo a un pedazo de tronco fugitivo:
testimonio de ofrenda para el viento
-guerrero hecho de vidrio por el que se despeina
lánguidamente el árbol de un crepúsculo enfermo.

Porque llegas aquí,
porque estás en el bosque del prodigio, al comienzo
de una ternura más redonda que un disco de diamante
y más pura que el canto de un canario que tiembla
y se deshace al pie de una ventana de alcanfores.

Por eso, amigo mío, voy a pulir mis manos en tu rostro.

Porque estás aquí en ti yo creo
y creo en la llamarada de la tierra
y en el fulgor de un lago que te escucha
y se hace cada vez más transparente.
Quiero saberlo todo: lo que escondes detrás
     de la violencia
de tus ojos, lo que hay bajo la cuerda tensa
     de tu piel.

Para decir el nombre de las cosas, la palabra precisa,
la que en ti permanezca, la que te diga buenos días
y te descubra el vuelo de la dicha, la orilla
     de los besos
circundados apenas por una lágrima cuidadosamente
     amaestrada,
voy a iniciar la huida del silencio.

Antes que acabe el alba de seducirme con sus hojas
     de oro,
antes que el viejo árbol empiece a corretear
     a los conejos,
detendré la mirada en la resurrección
     de una esperanza
que se tienda a tu lado como un largo animal
     adormecido.
He venido otra vez, como antes, por juego,
esperando encontrar dormido en el desván
un verso elemental, una trampa, algún cepo
donde el tiempo al pasar se pillara los dedos.

Esboço para começar um amor

Certeiro, como o que aponta para o coração dourado
  da   uva
te aposentas em mim.
Preciso como o ar de junho,
da infatigável luz que adormece na tarde
ou do rito flamengo despedaçando inúteis ocasos.

Para ti saio a acender a pira dos sonhos
e a colher gardênias impossíveis.
E as prendo a um pedaço de tronco fugitivo:
testemunho de oferenda ao vento
- guerreiro feito de vidro, pelo qual se desprende,
languidamente. a árvore de um crepúsculo enfermo.

Porque chegas aqui,
porque estás na floresta de prodígio, no início
uma ternura mais redonda que um disco de diamante
e mais pura que o canto de um canário que treme
e se desfaz sob uma janela cânforas.

Portanto, meu amigo, eu vou polir minhas mãos no teu rosto.

Porque estás aqui em ti creio
e creio no alargamento terra
e no brilho de um lago que te escuta
e se faz cada vez mais transparente.
Quero saber de tudo: o que escondes atrás
      da violência
de teus olhos, o que está sob a corda esticada
      de tua pele.

Para dizer o nome das coisas, a palavra precisa,
a que em ti permaneça, a que te diga bom dia
e te descubra no voo de bem-aventurança, no limite
    dos  beijos
rodeada apenas por um lágrima cuidadosamente
      mansa,
vou iniciar o voo de silêncio.

Antes que acabe o amanhecer de seduzir-me com folhas
      de ouro,
antes que a velha árvore comece a acossar
      coelhos,
deterei o olhar na ressurreição
      de uma esperança
que se estenda a teu lado como um animal largo
      adormecido.
Vim, outra vez, como antes, por jogo,
esperando encontrar dormindo no sótão
um verso elementar, uma armadilha, um ardil
onde o tempo ao passar prensará os dedos.

Ilustração: Vagalume. 


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